La mayoría de los padres, elige la academia o escuela de tenis en la que entrenarán sus hijos, basándose en quién su director.
Sin embargo, en ocasiones el head coach está poco en cancha, o solo planifica las sesiones.
Por eso, tan importante como conocer el nombre del director de la academia, es estudiar el currículum de los profesores que estarán a diario en cancha con el alumno.
El staff de entrenadores debe contar con experiencia, capacitación y habilidades blandas para establecer buenas relaciones con los alumnos, y ayudar a seres humanos muy distintos entre sí.
Pero vuelvo al head coach.
Después de muchos años enseñando, y de pasar por varios clubes, creo que ser director de una escuela de tenis implica bastante más, que solo mandar a otros profesores y decidir qué se hace.
Estoy seguro que ser head coach implica predicar siempre con el ejemplo y no hacer abuso de su autoridad, aplicando para sí excepciones a las reglas válidas para los demás entrenadores y alumnos.
El jefe es el primero que debe acatar las normas, y no ser el único en saltárselas.
El director tiene que explicarle a su equipo el porqué de sus decisiones, pues de lo contrario no se comporta como un líder, sino que como un capataz.
Un head coach nunca debe corregir en público a un subalterno, ni interrumpir su clase e ingresar a la cancha para enmendar lo que está realizando, ya que con eso menoscaba su autoridad frente a los alumnos.
Lamentablemente, he visto eso muchas veces.
El director de una academia tiene que ser consciente que no es el mejor en todos los niveles de enseñanza, ni el que más sabe siempre.
Un buen jefe se impone por presencia, conocimientos, sabiduría, prestigio y resultados, nunca a los gritos, ni enrostrando su cargo.
Un head coach debe reconocer sus errores ante su staff.
Eso no lo humilla, sino que lo humaniza y enaltece. La humildad y la nobleza nunca hacen daño. La arrogancia y el orgullo, sí.
Un buen director de una escuela de tenis potencia las virtudes de los integrantes de su equipo, los hace crecer profesionalmente y siente felicidad, y no miedo, ni envidia, por su progreso.