Vas al supermercado, pagas y deben darte de inmediato el producto cancelado.
Es lo justo. El cliente manda y siempre tiene la razón, dice el dicho.
Pero el alumno le paga al profesor de tenis, y no es quien manda en la cancha.
El que decide qué, cuándo, cómo, para qué y por qué se hace algo es el profesor, no el alumno.
Y eso confunde a bastantes niños y adultos, que creen que pueden imponer sus ideas solo porque le pagan al profesor.
Eso funciona en el supermercado.
En el ámbito de la enseñanza, es el docente el que debe decidir siempre, pues es el que sabe, por más que reciba un pago de parte del alumno.
Aunque algunos niños y adultos no lo entiendan.
Por otra parte, muchos creen que un profesor de tenis es casi un mago, que tiene la obligación de solucionarles de inmediato los problemas tenísticos a sus alumnos, porque debe saberlo todo y, además, le están pagando.
Pero para mí, un entrenador es solo un guía, una persona que va acompañar a sus pupilos proponiéndoles soluciones a través de distintos caminos, durante un proceso de cambio, transformación y mejora continua.
Los alumnos son quienes deben hacer el trabajo de elegir qué camino de los propuestos toman, adentrarse en lo desconocido, aceptar la incertidumbre del resultado de ese intento, y esforzarse al máximo por alcanzar sus metas.
Esa no es una fórmula mágica, así que no hay necesidad de magos.
Para lograr objetivos tenísticos, solo se requiere un buen profesor y mucho esfuerzo, trabajo y humildad de parte de los jugadores.
Lo que también sucede de forma recurrente, es que los alumnos solo preguntan el valor de las clases de tenis.
Pero no consultan acerca de la metodología utilizada por el profesor, cómo le gusta que jueguen sus alumnos, los cursos realizados, su experiencia, sus logros como entrenador, ni dónde ha trabajado con anterioridad.
Todos los aspectos enunciados resultan relevantes, para decidir tomar clases con un determinado profesor.
El valor de las clases es lo menos importante, dentro de lo esencial, pero muchas veces es lo único o lo primero que se pregunta.
