En el tenis, se habla mucho de los conocimientos técnicos y tácticos con que debe contar un entrenador.
Sin embargo, a mi juicio, un coach tiene que conseguir dos objetivos fundamentales, que no se vinculan a los aspectos nombrados, si desea alcanzar el éxito: que el jugador confíe en él y en sí mismo.
Y se trata de una tarea no menor.
Para eso, el coach y el jugador deben conocerse bien; creer el uno en el otro; honrar los compromisos adquiridos; dar lo mejor de sí mismos, y descubrir juntos cuál es el mejor camino para alcanzar las metas trazadas.
En resumen, debe existir coherencia entre las palabras y las acciones por parte de ambos, lo que lleva a la confianza mutua.
Si el entrenador logra la confianza del tenista y además que crea en sí mismo, gran parte del trabajo está hecho.
Como se trata de una dupla, entrenador y jugador detentan derechos y obligaciones.
Los entrenadores les exigen a los tenistas que estén concentrados, motivados y que intenten hacerlo lo mejor posible, entre muchos otros aspectos.
Pero los jugadores también pueden exigirle al coach explicaciones claras, ejercicios nuevos, planificación de los entrenamientos, metodología, puntualidad y buena presencia, junto con no revisar el celular, ni atender llamadas mientras dura la práctica, por ejemplo.
Las exigencias deben ser recíprocas.
Cualquier vínculo se resiente, o tiene corta vida, cuando no existe respeto, ni reciprocidad.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
