A raíz de mi columna anterior, titulada Copa Davis, me hicieron ver que en esa competencia el ambiente beligerante ha existido siempre.
Y coincido, fenómeno que además se da en otros países, con mayor intensidad.
Pero el hecho que en la Copa Davis, los aficionados hagan sentir su presencia desde siempre saliéndose del fair play, no implica que eso sea correcto.
Por ejemplo, robar está mal. Hace tres siglos era malo, hoy está mal y en el futuro también será malo.
Que se haya robado desde que el mundo existe, no impide que eso sea condenable en la actualidad.
Volviendo a la Copa Davis, lo cierto es que muchos compatriotas disfrutan provocando un ambiente tenso entre locales y visitantes.
Y tengo una teoría al respecto.
Chile es un país dividido desde hace tiempo, polarización que se ha agudizado con los años.
Estamos acostumbrados a estar los unos contra los otros, en dos bandos.
Por eso muchos gozan tanto al ir a la Copa Davis, a gritar como enajenados contra los rivales de Chile, hasta casi descompensarse y perder el conocimiento.
Porque ahí también existen dos bandos: los jugadores de uno y otro equipo, junto a quienes apoyan al tenista nacional, y los que alientan a su adversario.
Y ese es el estado natural en que vivimos: divididos, siempre contra algo o alguien, descalificando al otro, oponiéndonos.
Por lo tanto, es una costumbre que agrada a muchos. Disfrutan sembrando discordia en una contienda deportiva, pues la confrontación les resulta conocida y les acomoda.
La armonía, en tanto, les parece extraña.
Por eso, cuando no juega un chileno en los torneos profesionales que hay en el país, por lo general no asiste demasiado público.
Claro, porque al medirse dos extranjeros, aunque sean de un excelente nivel, no se puede estar contra ninguno de los dos. Y en esas condiciones, para muchos no tiene sentido pagar una entrada.
Muchos no le asignan relevancia al partido, si no van a gritar de manera destemplada y sin pudor para perjudicar a un tenista y animar al otro.
Es un problema de cultura deportiva, y tenística, pero también es el reflejo de la sociedad chilena.
