Alguna vez comenté que los cuatro cuartos de un campeón son confianza, calma, concentración y combatividad.
Entonces, alguien preguntó con ironía: “con calma, ¿le ganaré a Federer?”.
Obvio que solo con la calma no alcanza, pero jugando sin tranquilidad las posibilidades de triunfar disminuyen ante cualquier rival.
Resulta tan común la falta de calma, que tenistas de diversos niveles tiran la raqueta, y hasta la quiebran, cuando las cosas no van bien.
Juan Ozón, excoach de Nicolás Jarry, explicaba en una entrevista cómo intentaba que su pupilo gestionara la frustración que generan los errores: “Durante el partido, tenemos una rutina. (…) Si venimos de un error (…), lo primero es ser empático con uno mismo, aceptar el error. Una vez que lo aceptamos, hay un treinta por ciento de ese nerviosismo que se relaja. Luego, a través de las respiraciones coordinadas que hemos trabajado, hay un treinta por ciento más que baja al sistema nervioso, y después ponemos el foco en lo que tenemos que hacer en el siguiente punto”, describía el español..
Aceptar el error. Ahí está la clave para no perder la calma.
Los errores estarán siempre presentes, porque resulta imposible jugar perfecto, aunque ganemos.
Entonces, hay que aprender a relacionarse con el error.
¿Quién nos enseñó que no era normal cometer errores?
Al error hay que mirarlo a la cara y hacerlo nuestro amigo. Si se lo toma con rabia, se transforma en un adversario que siempre nos derrotará.
No será el oponente quien nos vencerá, sino cómo abordamos el error.
El jugador debe comprender que el tenis está hecho de errores.
Además, la ira no cambia nada: la pelota ya se perdió, por lo que es mejor no quedarse pensando en ese error.
De lo contrario, se rumia el error.
Los rumiantes, son animales que vuelven a masticar lo ya masticado.
En los humanos, la rumiación se refiere a un ciclo de pensamiento negativo y repetitivo, que no conduce a la resolución del problema.
Entonces, lo mejor tras fallar es abocarse a pensar en el punto siguiente, para no perderlo también.
El próximo punto siempre será el más importante. Nunca el que ya pasó.