Cuando juegas tenis, lo que haces no es solo correr, pegarle a una pelota, esforzarte y transpirar, sino que también ejercitas tu cerebro, tu mente, tomando decisiones.
Y adoptas muchas y complejas decisiones en un tiempo muy breve, lo que supone un nivel de presión mucho mayor al impuesto por la vida cotidiana normalmente.
Así que cuando juegas tenis, lo que estás haciendo en verdad es ponderar múltiples factores, barajar distintas posibilidades y quedarte con la que te parece la mejor opción, para resolver el problema que te plantea el adversario.
Todo eso en un par de segundos. Todo eso de forma reiterada. Y, con el tiempo, eso se vuelve un hábito, que luego puedes replicar fuera de la cancha.
El tenis te da la posibilidad de decidir a cada instante, no solo en cuanto a lo técnico o táctico, sino que en relación a tu actitud hacia lo que sucede en el court, sobre todo cuando las cosas van mal.
“Deja que la ira se apodere de ti”, le dice Darth Vader a Luke Skywalker, en una de las películas de Star Wars.
Darth Vader no desea, precisamente, ayudar a Skywalker con ese consejo. Todo lo contrario.
Si la ira te invade, tu respiración se acelera, se eleva tu temperatura corporal y te desconcentras. Junto a eso, pierdes lucidez, tranquilidad, rendimiento físico y fluidez en tus movimientos.
Todo cuesta más, cuando la ira le gana a la templanza. Por eso, quien es inundado por la rabia generalmente pierde en un partido de tenis.
Un jugador fuerte en el aspecto mental, no se deja invadir por la ira, no tira la raqueta, no grita, ni deja que el oponente lo vea desesperado. Esa energía, la usa para intentar imponerse a su adversario.
La ira te vuelve débil, no fuerte. Así que cuando juegas tenis, la mayor lucha no la libras contra tu rival, sino que la auténtica batalla es por mantener el dominio de ti mismo.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
