Para mí, los tres verbos que dan vida al título de esta columna son fundamentales en el tenis, y ostentan igual importancia.
Unas semanas atrás asistí a una capacitación en la que uno de los expositores, de reconocido prestigio internacional, afirmó: “Hoy se entrena mucho, pero se enseña poco”.
Creo que, lamentablemente, tiene razón.
En la actualidad, se pone el énfasis en la intensidad del entrenamiento, repetir golpes y mecanizar respuestas bajo presión.
Eso me parece bien.
El problema es que no veo tanto acento en la comprensión del juego, ni en el trabajo táctico.
Observando a jugadores que recién se insertan en el profesionalismo, percibo enormes dificultades para cambiar efectos, alturas, velocidades de pelota e ir a volear.
A algunos les cuesta eso. Otros, ni siquiera se lo plantean. No lo intentan, pues definitivamente no figura entre su repertorio.
La gran mayoría juega todo a la altura de la cadera del rival, y se sienten cómodos mientras su oponente hace lo mismo y golpea con potencia.
Las complicaciones empiezan cuando, alguna vez, el adversario le saca velocidad a la pelota y son ellos quienes deben generarla, ya que no pueden apoyarse en el golpe de su contrincante.
Estoy convencido que eso se explica porque una parte de los profesores ya no se empeñan en enseñar, ni corregir con meticulosidad, para no parecer aburridos y perder la adhesión de los alumnos.
Además, para enseñar siendo detallista, debe haber alguien que quiera aprender esos detalles, y eso tampoco abunda.
Entonces, tenemos jugadores juveniles que entrenan muchas horas, tal vez demasiadas, pero que mejorarían bastante y en menos tiempo si estuvieran más dispuestos a adquirir nuevas herramientas, entender el juego y corregir sus ripios técnicos.
Entrenar mucho, no es lo mismo que entrenar bien.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
