“¡Grande giocatore!!” (gran jugador, en italiano), gritaba Patricio Cornejo en la década de los noventa, cuando comentaba por televisión los partidos de Marcelo Ríos y “El Chino” tiraba un ángulo imposible, por ejemplo, dejando a su rival desparramado contra la publicidad lateral de la cancha, incrédulo e iracundo sin poder devolver la pelota.
Tiempo después Pablo Arraya se ancló en el recuerdo de los amantes del tenis, al exclamar repetidamente durante las transmisiones televisivas una expresión de solo tres palabras: “¡A la reja!”.
Ésta y otras originales creaciones formaban parte de un estilo más relajado y bromista, que el peruano les imprimía a sus acotaciones durante los partidos.
“¡Qué liiiindoooo!”, vocifera hoy el argentino José Luis Clerc, en su rol de comentarista de una conocida cadena internacional de televisión, cuando la jugada lo impresiona por lo vistosa.
Las tres frases son marcas registradas de sus autores, que permanecen imborrables en la memoria de los aficionados.
Eso sucede porque el televidente promedio no busca tanto que un comentarista lo instruya, y le explique en detalle lo que sucede en la cancha.
De hecho, son muy pocos los que recuerdan los comentarios técnicos.
Muchas veces el público no retiene de manera precisa lo que vio, pero nunca olvida lo que sintió al verlo.
Lo que las personas en sus casas desean de verdad es sentir una emoción profunda, mientras ven el partido.
Y las frases mencionadas consiguen conmover a la gente.
Entonces, si Patricio Cornejo no hubiera pronunciado su “!Grande Giocatore!”; Pablo Arraya no hubiera dicho “¡A la reja!”, ni José Luis Clerc exclamara durante cada encuentro en reiteradas ocasiones “¡Qué liiindoo!, el público se sentiría estafado, porque lo espera con ansias.
Y es que la emoción, desde que el mundo es mundo, siempre le ha ganado a la razón y los tecnicismos.