Por lo general, no me impresionan mucho los niños que juegan muy bien tenis a los siete u ocho años, y que ganan casi todos los torneos en que participan.
Y eso se explica porque he visto a muchos de ellos dejar el tenis, a los pocos años. Entonces, no me entusiasmo.
Jugar muy bien a temprana edad, revela que existen muchas horas de entrenamiento detrás, y eso tiene un costo.
Me ha tocado ver varios casos en que los niños, hastiados de haber sido sometidos a una exigencia inapropiada para su edad, abandonan el tenis antes de cumplir los catorce años, o incluso antes.
Estos niños prodigios, que parecen pequeños jugadores profesionales, dominan recursos técnicos cuyo esfuerzo su cuerpo no se encuentra necesariamente preparado para resistir.
Estoy convencido que no resulta conveniente apurar los procesos. Todo a su tiempo.
Cualquier padre o apoderado debiera saber que a los siete u ocho años, los resultados en los campeonatos importan poco y nada. Esto, por cuanto no se trata de una edad para obtener triunfos, sino que para que los niños aprendan, sociabilicen y se diviertan.
Da lo mismo si ganan o pierden. Lo relevante radica en que disfruten.
La idea es que jueguen porque les gusta el tenis, no solo porque les encanta ganar.
En contrapartida, quienes sí me impresionan mucho, son los niños que juegan muy bien y que obtienen buenos resultados, en una edad (a partir de los 14 años, aproximadamente) en la que sí hay que comenzar a exigirles, de a poco, victorias.
Participar en torneos con la presión de demostrar que se puede aspirar a algo en el tenis competitivo, y rendir, tiene mucho valor.
En el tenis, lo que importa no es cómo se empieza, sino cómo se termina, ya que se trata de una carrera de largo aliento.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
