Todos los profesores de tenis, intentan enseñar la técnica de los golpes.
Pero no son tantos los que transmiten a sus pupilos para qué sirven esos tiros, y en qué momento utilizarlos. Y son menos, los entrenadores que dotan a sus alumnos de una forma de jugar.
Lo ideal es que quien observe a un tenista, pueda reconocer a qué juega.
El profesor debe darles un fondo de juego a sus pupilos, mediante una estructura que potencie sus fortalezas y proteja sus puntos débiles.
Sin embargo, lo que se ve con frecuencia son tenistas con buenos golpes, pero que no están seguros qué buscan con sus tiros y, por lo tanto, exhiben problemas en la construcción del punto.
Sus golpes son bonitos y potentes, pero les falta un propósito, porque no tienen internalizado a qué juegan.
Todos los entrenadores, hacen ejercicios con canasto con sus alumnos. Pero no todos pelotean con ellos.
Lanzarles bolas con la mano, o hacerlo con la raqueta desde el otro lado de la cancha, no reemplaza en ningún caso el trabajo con pelota viva.
En el peloteo la bola lleva una trayectoria, velocidad, efecto y peso difíciles de reproducir en los drills con canasto, o lanzándola con la mano.
El trabajo con pelota viva resulta agotador para el coach. Además, lo obliga a tener el nivel de juego suficiente para pelotear con todo tipo de pupilos, y fallar poco para darles ritmo.
Hacer canasto y tirar bolas con la mano, está muy bien para ciertos períodos y objetivos, pero nunca se debe dejar de lado el trabajo con pelota viva, que es lo más parecido a la realidad que el alumno va a encontrar en un partido.
No da igual entrenar con cualquier profesor de tenis. Hay mucho qué evaluar, antes de decidirse por uno.
Todos pueden ser simpáticos, pero no todos saben lo mismo, ni tienen una paciencia y forma de ver el tenis equivalentes. Tampoco poseen una metodología de entrenamiento calcada, idénticos valores y principios, similar nivel de juego y menos igual pasión por la enseñanza.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
