Aprendí a jugar tenis con raquetas de madera.
En esa época, se empezaba a jugar a la edad en que se podía usar una raqueta de adulto, cerca de los siete años.
Cuando comencé a jugar tenis de niño, todo era más lógico.
Se hacía lo que el profesor decía, sin discutirlo.
Aunque les pueda sonar como algo insólito a los niños actuales, no me quedó ningún trauma por reconocerle autoridad al profesor, ni respetarlo.
Al contrario, fue una etapa feliz.
Durante las vacaciones, yo pasaba todo el día en club jugando tenis, fútbol y bañándome en la piscina con mis amigos.
En ese entonces, no se podía entrar a la cancha de tenis vestido de cualquier manera, ni a la piscina sin una buena ducha previa con agua fría.
Las pelotas eran blancas, las reglas de convivencia se respetaban y la palabra de los adultos era ley.
Y reitero, aunque les parezca inconcebible a las nuevas generaciones, no sufrí ningún trauma a consecuencia de eso.
Al contrario, siento gratitud porque lo que hoy se calificaría como una rigidez inaceptable, me inoculó un alto grado de disciplina, lo que en la actualidad escasea.
Además, me dotó de resiliencia y tolerancia a la frustración.
En ese contexto aprendí a aceptar que no se puede ganar siempre, y a reconocerle méritos al adversario.
Comprendí que podía jugar muy bien y perder, que no todo pasaba por mí, que el rival incidía mucho en el resultado, y que la explicación de una derrota no siempre radicaba en que yo no había rendido.
El que existiera un cierto marco de comportamiento al que someterse, me dio una estructura y valores por los que me rijo hasta hoy.
Eso me hizo entender que no todo valía, y que existía una diferencia clara entre lo que estaba bien y mal.
Capté que no siempre tenía la razón, y que los demás no eran eternamente los equivocados.
Durante mi niñez también aprendí a tener pudor, a no faltarle el respeto al silencio discutiendo lo que no tiene sentido discutir, a no parecer un bobo caprichoso defendiendo lo indefendible.
Como consecuencia, adquirí el hábito de analizar las cosas con lógica y sentido común.
Lo que hoy se encuentran casi en completo desuso.
