Todo cambia, según cómo se mire.
Por ejemplo, cuando la pelota toca la red, puede caer a un lado u otro de la cancha.
Eso depende del azar.
En el tenis y en la vida se puede querer planificar todo, pero la casualidad a favor y en contra existe, e incide en el desarrollo de los acontecimientos.
Creo que lo que controlamos por completo, en diversos ámbitos, es bastante poco.
Así que cuando la fortuna se halla de nuestra parte y la bola cae del otro lado de la pista luego de tocar la malla, solo queda pedirle disculpas al adversario y darle gracias al destino.
Y no pensar que es nuestro mérito.
Al azar hay que ayudarle entrenando duro, pero eso no garantiza nada, porque la vida no es justa y la suerte, caprichosa.
Otro tema que estimo que también requiere perspectiva, es el de los jugadores amateur.
¿Cuántos de esos tenistas recreativos de verdad se divierten, durante un partido?
Muchos salen de la cancha más tensos y enojados, que cuando entraron.
Y eso que no se disputa nada importante. Solo se trata de un partido amistoso.
Lo que pasa es que la competitividad imperante en los distintos ámbitos de la vida, ha hecho que hayamos olvidado cómo disfrutar.
Porque para divertirse, no necesariamente hay que vencer.
Disfrutar significa gozar realizando una actividad, sin importar el resultado.
Tener clara esa diferencia requiere perspectiva.
Hellmann’s Cup era el nombre por el que se conocía, al principio, el ATP de Santiago.
De todos los jugadores que vi en esa época, me quedo con el checo Slava Dosedel, campeón de una de las ediciones, por tratarse de un tenista completo: era sólido desde el fondo y tomaba la red cuando podía, algo no muy común en aquellos años.
Además, no se creía estrella.
Reconozco que tengo debilidad por los jugadores sobrios quienes, aunque sean grandes figuras, mantienen un perfil bajo, ya que cuentan con la perspectiva necesaria para saber que solo juegan bien al tenis, tal como otra persona podría ser un eximio carpintero, o un excelente maestro de escuela.
Lamentablemente, son pocos.
Y los que se agrandan por nada, demasiados.