Comienza a llover y muchos tenistas obstinados recién abandonan la cancha cuando la arcilla se ha vuelto casi barro, lo que a mi juicio constituye un error.
Es más, aunque se puede entrenar con una ligera llovizna, durante un breve período de tiempo, tampoco soy partidario de realizarlo.
Por muy leve que sea la precipitación, el court ya no se encuentra en óptimas condiciones, por lo que el peligro de caídas y lesiones aumenta. Además, las posibilidades de enfermarse también se incrementan.
Entonces, por una sesión de entrenamiento con llovizna, se corre el riesgo que una lesión, o gripe, haga perder una semana o más de prácticas al jugador. Como queda de manifiesto, la tozudez puede costar caro.
A eso se suma que con lluvia, por más que sea suave, el rendimiento del tenista decae y la pista se deteriora.
Ante una condición climática adversa como la descrita, pienso que es mejor concurrir al gimnasio, o abocarse a una sesión de análisis táctico.
Estoy seguro que se arriesga demasiado, y se gana muy poco, al intentar torcerles tercamente la mano a las condiciones meteorológicas.
También veo jugadores, cuya porfía los lleva a entrenar una cantidad de tiempo excesiva que no se encuentran física, ni mentalmente preparados para tolerar, solo para decir que practicaron toda la tarde y parecer más profesionales.
Creo que más les valdría entrenar una hora muy bien, totalmente enfocados, que más de dos horas a medias, haciendo cualquier cosa, deambulando en la cancha, deseando que pase rápido el tiempo.
Para la mayoría de los tenistas practicar dos horas o más, a alta intensidad, constituye todo un desafío.
Así que a no engañarse.
Si el jugador no es capaz de dar su cien por ciento durante más de sesenta minutos, mejor que entrene solo una hora.
La calidad siempre vale más que la cantidad.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
