Hay tenistas que entran muy confiados a la cancha, convencidos que jugarán muy bien y que ganarán el partido.
Cuando eso no ocurre, la decepción es enorme.
En el lado opuesto se hayan los tenistas que entran con miedo a la cancha, creyendo que perderán y, por lo general, eso es lo que sucede.
Ambas posturas las califico como dañinas para los jugadores.
Por lo tanto, no soy amigo del optimismo desmedido, ni del pesimismo a todo evento.
Los extremos me parecen perjudiciales.
Yo, en cambio, soy un ferviente partidario del realismo.
Me gusta que los jugadores entren sin expectativas a la cancha, sabiendo que no son más que nadie, pero menos tampoco, con una actitud centrada, cauta, porque nadie sabe qué va a ocurrir realmente cuando valga el punto.
Entonces, gestionan lo bueno y lo malo según vaya pasando, en el momento en que se presentan los hechos.
A mi juicio no es sano vivir las cosas anticipadamente, en un sentido positivo o negativo.
Las expectativas no ayudan en nada, porque se puede entrenar muy bien y jugar horrible el día del torneo y también es factible que suceda lo opuesto, aunque resulta menos frecuente.
Por lo mismo, me parece mejor resolver las situaciones cuando llegan de verdad, sin desgastarse antes emocionalmente.
Lo mejor es entrar a la cancha, que empiece el partido, ver qué pasa y tomar decisiones de acuerdo a la situación concreta que se experimenta.
Sé que existen otros puntos de vista sobre el tema.
Pero este es el mío.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
