Creo que cada jugador que se inscribe en un torneo del nivel que sea, merece un respeto especial.
Participar en un campeonato es sinónimo de exponerse y rendir un difícil examen de manera voluntaria, en un club que usualmente no es el escenario habitual en el que se entrena.
Esa prueba arrojará como resultado el real nivel del jugador, dejando al descubierto sus virtudes y defectos o fortalezas y debilidades técnicas, tácticas, físicas y sicológicas.
A nadie le gusta enterarse de lo que no hace bien, o lo que debe corregir y mejorar. Pero un tenista cuyo nombre figura en el cuadro de un torneo, lo acepta como parte de la experiencia.
Tomar parte de una competencia es aceptar la ley del todo o nada: ganas y sigues en carrera, o pierdes y te vas a casa.
Da lo mismo si entrenaste horas y horas durante meses al sol, con frío, de noche o al alba, si superaste lesiones y dolores, o si diste tu cien por ciento en cada práctica.
Todo eso puede irse por la borda en dos o tres sets, lo que equivale a una hora y media de partido, aproximadamente. Otros deportes y la vida cotidiana no son tan drásticos, en general.
En el fútbol, por ejemplo, existe el empate, y en el colegio y en la universidad se aprueba con una nota igual o superior a cuatro. Con un rendimiento apenas aceptable, se pasa de curso.
En el tenis, no. No puedes empatar. Y con un desempeño mediocre, pierdes seguro y quedas eliminado. No cualquiera acepta someterse a la inmensa presión que implica no tener margen de error, pues solo sirve ganar.
Así que todos quienes juegan campeonatos grandes o pequeños demuestran valentía, entusiasmo, humildad y resiliencia, por lo que cuentan con todo mi respeto.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
