Cada vez que pises una cancha de tenis para disputar un partido de torneo, por favor hazlo sin miedo, pero también sin soberbia.
Juega sin miedo, porque el temor provoca que tus músculos se contraigan y la tensión se apodere de tu cuerpo. Si eso sucede, los golpes no fluyen y los errores no forzados se multiplican.
Solo se trata de un partido de tenis. No es algo de vida o muerte, por lo que no hay nada que temer.
Pero también debes ingresar a la cancha sin soberbia, aunque el adversario sea de un nivel inferior. La arrogancia te lleva a jugar confiado, pensando que se trata de un encuentro que resulta imposible que pierdas. O puede presionarte en exceso, convenciéndote que al frente hay un oponente al que, por su menor calidad, tienes que vencer para demostrar lo que vales.
Juega sin miedo, ni soberbia, ya que se puede ganar un partido que, en teoría, estaba perdido. Pero también es factible perder un encuentro que, supuestamente, se tenía en el bolsillo.
La clave radica en la palabra “supuestamente”. Ahí está la trampa. Claro, porque tanto el triunfo como la derrota solo se transforman en un hecho, cuando se consuman. No antes.
“Nunca pienses que has ganado. Nunca pienses que has perdido”, dijo el exitoso tenista argentino Guillermo Vilas, alguna vez, con gran sabiduría.
No hay que sentirse vencedor, ni vencido antes de tiempo. Los partidos solo se terminan, cuando se terminan. Por eso, lucha siempre hasta la última bola. Un match puede cambiar en una sola pelota, por una desconcentración, un descuido, en un segundo.
Juega sin miedo, ni soberbia para que, finalizado el encuentro, no sientas que fue un error mirar en menos a tu rival o, por el contrario, que le tuviste demasiado respeto. Si no caes en esas equivocaciones, no tendrás nada que reprocharte.
Juega sin miedo, ni soberbia, pues cualquiera le puede ganar a cualquiera. Para mí, esa es una de las pocas verdades absolutas que existen.
Arturo Núñez del Prado / Profesor de Tenis / Periodista / arturondp@gmail.com
